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lunes, 12 de diciembre de 2011

Dándole cuerda al reloj


A veces el mundo se vuelve más y más grande, acaba siendo inabarcable. Y tú eres ese punto cada vez más pequeño, lejos, más lejos, hasta que eres sólo el recuerdo de una mota de polvo que solía ocupar su lugar. Y la soledad no es una circunstancia física sino un estado mental.

Al final todo el mundo se va. El mundo sigue girando, como en un tío vivo grotesco repleto de caballos de madera. Y sigues ahí, preguntándote por qué sigues ahí sin recordar la respuesta. Subes y bajas, suavemente. Pero todo el mundo se va. A otros lugares, a otro tiempo.

Me pregunto qué clase de vida es esta, si es que es una vida. Lo único que tienes que hacer es respirar, y levantarte de la cama, ir a trabajar, volver a casa, cenar, y dormir de nuevo. Y dar gracias a Dios por la familia y la salud. Hasta que finalmente te pudres.


domingo, 11 de diciembre de 2011

Humedad


Poco a poco, minuto a minuto, puedo sentir como voy desapareciendo. El jueves fui a calzarme y descubrí como mi pie derecho había comenzado a desvanecerse. Sospecho que un día, dentro de poco, me miraré al espejo y la imagen que me devolverá será la de los azulejos amarillentos que se ven a través de la cortina de la ducha, pero no habrá rastro de mí. Los transeúntes lo intuyen, por eso, en una especie de conspiración para mi conversión en transparencia, ni siquiera me devuelven la mirada en el autobús.