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lunes, 12 de diciembre de 2011

Dándole cuerda al reloj


A veces el mundo se vuelve más y más grande, acaba siendo inabarcable. Y tú eres ese punto cada vez más pequeño, lejos, más lejos, hasta que eres sólo el recuerdo de una mota de polvo que solía ocupar su lugar. Y la soledad no es una circunstancia física sino un estado mental.

Al final todo el mundo se va. El mundo sigue girando, como en un tío vivo grotesco repleto de caballos de madera. Y sigues ahí, preguntándote por qué sigues ahí sin recordar la respuesta. Subes y bajas, suavemente. Pero todo el mundo se va. A otros lugares, a otro tiempo.

Me pregunto qué clase de vida es esta, si es que es una vida. Lo único que tienes que hacer es respirar, y levantarte de la cama, ir a trabajar, volver a casa, cenar, y dormir de nuevo. Y dar gracias a Dios por la familia y la salud. Hasta que finalmente te pudres.


2 comentarios:

Javier dijo...

La vida es básicamente eso (lo del último párrafo). El problema es darse cuenta antes de que acabe.

Unknown dijo...

Gracias Javier por dejarte caer por este espacio y aportar tu granito de arena.